Lejos quedan las campañas en las que la única manera de llegar al candidato era verle por televisión. Más lejanas, sin duda, quedan aquellas en las que solamente llegábamos a oírle por la radio y ya apenas somos capaces de recordar las pugnas electorales que únicamente se jugaban en el vagón de un tren, ciudad tras ciudad, repitiendo el mismo discurso. Pero no solo quedan lejos en el tiempo, sino en la percepción de ciudadanos y políticos. En la época de los grandes mítines, las radios o las televisiones, las decisiones sobre qué interesaba, qué era electoral o qué era más importante para los votantes, se tomaban en un despacho de campaña sin apenas asomar la cabeza por la ventana para comprobar qué necesidades reclamaba la sociedad que paseaba justo por debajo.
Hoy en día, la voz del electorado se ha abierto camino en un complicado sistema que únicamente parecía abrir la ventana cada cuatro años para escuchar las demandas de la ciudadanía. Tal vez la cifra suene más complicada de digerir si hablamos de 48 meses y posiblemente se incremente tal sensación si leemos 1460 días. 1460 días donde sus votantes pasaban una vez más a un segundo plano a la espera de ver reflejadas de nuevo promesas incumplidas en un folleto mal impreso de propaganda electoral.
Pero, ¿puede perder un gobernante su legitimidad en unos meses si ha ganado unas elecciones? A pesar de surgir en la década de los 70 con Pat Caddell, empezó su época dorada con Bill Clinton y su conocido war room post-electoral. Y es que, como ya decía el consejero del presidente James Carter, gobernar con la aprobación del electorado, requería indiscutiblemente de una campaña de carácter permanente.
Aunque su efectividad a día de hoy está más que probada y la teoría sobre la necesidad de que una campaña electoral no termine con el Día D parece sencilla de aplicar a priori, en muchas ocasiones el ecosistema rutinario del gobierno puede acabar por nublarnos la vista y meternos de cabeza en una espiral muy alejada de la hoja de ruta marcada tras la victoria electoral.
La política forma parte del día a día. Las decisiones generan consecuencias y la volatilidad de la opinión pública es un factor determinante para no poder bajar el estado de “alerta” constante durante toda la legislatura. Ser capaz de mantener una estructura consolidada que permita explicar de una manera sencilla las iniciativas llevadas a cabo es imprescindible. Hacer más pedagogía y menos política. Pedagogía en todas sus variantes y formas posibles. Pisar la calle, tener presencia en los medios de comunicación, ser activos en redes, generar debate, expectativas y fotos, muchas fotos. Aquí ya no sirven los carteles electorales, tenemos que hacer política real.
Aunque pueda pecar de clásico, la ciudadanía prefiere ver a sus representantes plantando un árbol que descubriendo una placa de inauguración. La acción política externa no puede perecer la primera semana de gobierno, debe mantenerse activa durante el resto de la legislatura. Calle y movilización, promoviendo la actividad del partido mediante reuniones, cenas y actos mediáticos más allá de propio calendario rutinario. Actividades que permitan acercar a colectivos y asociaciones hasta nuestra sede, cuidando a los simpatizantes y encontrando aquello que los mueva.
Pocos políticos reconocerán encontrarse en una campaña permanente. Bien es cierto, que los últimos doce meses marcan la recta final hacia el Día D y la tensión empieza a incrementarse en ayuntamientos, diputaciones y ministerios. Gestionar bien los tiempos constituye un elemento clave dentro de la estrategia, por ello es necesario conversar, no comunicar. Poner en práctica el feedback y lograr generar canales de dialogo efectivos que se vean reflejados en diferentes plataformas y generen confianza. Cada vez más, la ciudadanía reclama participar en los procesos de toma de decisiones gubernamentales, hasta Instagram se ha unido a la moda de las encuestas. Es importante cogerles la medida, pero es más importante todavía abrir las instituciones públicas a la calle, ya que son los que mejor conocen sus propios problemas e inquietudes. Escuchar y responder. Bajar al terreno de juego.
Si Muhammad Ali decía "la pelea se produce lejos de los espectadores", a nivel de gobierno e influencia podríamos decir que "el éxito se gesta lejos de los estrados". Es el trabajo permanente y la capacidad de escucha la que construye una estructura sólida que posteriormente podremos presentar como un éxito de gestión. Y para poder llegar a ese punto cuatro años después, debemos de marcar una estrategia firme que sea capaz de transmitir al electorado qué hacemos, cómo lo hacemos y por qué lo hacemos. Nadie dijo que fuera fácil. Si los gobiernos quieren comunicar, las personas quieren ser escuchadas. Quieren opinar, conocer y aportar. En este sentido, y solo cuando se consigue alcanzar esta premisa, el político asume su verdadero papel público, el de representante de la ciudadanía.
La campaña permanente ha dejado de ser una visión de manual para convertirse en una demanda real de las personas. Es esta misma ciudadanía la que ha marcado el cambio, la que quiere decidir, la que reclama transparencia, la que exige formar parte y marcar la agenda política. Esperan reacciones cercanas, sentirse escuchado, comprobar el estado de las obras de asfaltado de su calle o averiguar dónde piensa pasar su alcalde las vacaciones de verano. Informaciones banales que no podemos pasar por alto si tratamos de hacer sentir, de compartir emociones, de implicar a las personas en un proyecto y lograr que vuelvan a depositar su confianza en un equipo del que sienten que forman parte. Posiblemente esa sea la clave. Conservar apoyos y conseguir unos nuevos.
Para la mayoría de los políticos, su punto de partida y al que dedican todos sus esfuerzos y recursos es el estudio de las medidas que les permitirán conseguir los objetivos propuestos: ganar un congreso local, ganar unas elecciones, gobernar… Priorizar lo urgente frente a lo importante pasa por presentar un programa electoral cargado de medidas sin concretar que constituyen una mera declaración de buenas intenciones.
En cambio, para unos pocos hombres, el punto de partida es la construcción de un escenario a largo plazo, que partiendo de la realidad política y analizando las potencialidades del municipio, estado o país, permita identificar e implementar aquellas iniciativas encaminadas a la consecución del objetivo. Solamente los grandes líderes son capaces de ver más allá del corto plazo. Combinar visión, estrategia y planificación, sobreviviendo a la dura cotidianidad de la vida pública mediante los principios de una dirección estratégica que permita alcanzar todas las propuestas en el horizonte temporal de una legislatura.
Solo los grandes líderes son capaces de mantener esta visión a lo largo de 1460 días. “La gota horada la piedra, no por su fuerza, sino por su constancia” decía Ovidio.
Los 7 pecados capitales de la comunicación gubernamental
SOBERBIA
“Más reinos derribó la soberbia que la espada, más príncipes se perdieron por sí mismos que por otros” Saavedra Fajardo
Creerse poseedor de la verdad absoluta. Arrogancia. Pensar que la victoria electoral te garantiza la legitimidad para poder actuar de manera autosuficiente. Convencerse de que todo lo puede hacer uno mismo sin la ayuda del resto del equipo. No corregir errores. Hacer y deshacer al antojo.
AVARICIA
“Más fácil es reprimir la primera codicia que satisfacer la próxima” Benjamin Franklin
Uno de los peores errores de un servidor público. Se vuelve codicioso cuando empieza a recurrir a prácticas poco éticas o ilegales. Comprar followers o seguidores para tener más influencia en las redes. Olvidar el interés general. No tener límites.
LUJURIA
“Los deseos deben obedecer a la razón” Cicerón
Juego de poderes. Sentir un amor obsesivo hacia el partido que representas. Utilización de las redes sociales publicando cada minuto sin estrategia ni planificación. Someter a la ciudadanía para conseguir tus propios deseos.
IRA
"La ira es un veneno que uno toma esperando que muera el otro” William Shakespeare
Enfadarse. Sembrar conflictos. Entrar en todas las disputas sin considerar si van a generarnos beneficios o nos van a empujar a perder de vista los objetivos iniciales. Mantener una actitud pesimista ante cualquier situación o problema que pueda acontecer. No sonreír.
GULA
“Dondequiera que encuentro una criatura viviente, hallo ansia de poder” F. Nietzsche
Apetito incansable en la búsqueda del reflector, del poder. Tratar de abarcar más de lo posible, marcarse objetivos inalcanzables y gestionar de manera irresponsable los recursos de los que se disponen.
ENVIDIA
“La envidia es el adversario de los más afortunados” Epicteto de Frigia
Desear aquello que no se tiene. Invertir tiempo y dinero en campañas dirigidas a desestabilizar a otros posibles rivales. Gobernar mirando siempre con recelo al resto de partidos. No dejar que la oposición haga su trabajo y permitir que te marque la agenda y controle los mensajes.
PEREZA
“No hay camino que no se acabe si no se le opone la pereza” Miguel de Cervantes
La pereza del cargo. No actuar, dejarlo todo para después. Acomodarse al despacho y a la butaca. Perder la calle, el contacto con la ciudadanía y creer que todo se puedo solucionar de manera unidireccional. Dejar en un segundo plano el cara a cara en la comunicación.
Eladio Jardón, Paula Baño